La importancia de una opinión

Hay quien se lo toma todo muy a pecho y me preocupa que haya gente que me lea y le dé por pensar. Ni imaginarme quiero que mi opinión pudiera condicionar la de otro o provocar movimientos de vanguardia cultural como Belén Esteban. De modo que escribo esto en ejercicio de mi derecho aznariano a la guerra preventiva. Así, quisiera dejar claro que mi opinión no tiene porque ser compartida ni alabada, de hecho es muy probable que yo no la comparta al terminar de escribirla, que el mundo es muy cambiante y con los años se produce una laxitud de los principios de uno que tiene mucho que ver con la felicidad de que todo te da igual. Ya decía Borges que uno mismo, si se espera un rato, puede ser enemigo de sus propias opiniones. Y lo de usar el conocimiento de mi formación pre-Logse e intentar aportar un enfoque válido sobre aquello de lo que quiera hablar tampoco me sirve de mucho, me pasa como a Homer Simpson, que cada vez que aprendo algo nuevo, algo que ya sabía desaparece de mi cerebro (hice un curso de fabricación de vino en casa y se me olvidó conducir). Así que la idea es que yo doy mi opinión, ustedes la leen y luego no hacen demasiado caso (como mis alumnos en la universidad), que la libertad de expresión lleva consigo cierta libertad para escuchar. Basen su opinión en su propia experiencia y no sólo en lo que digan los demás, por muy bonito que lo escriban, que queda muy chulo hablar en metáforas, que si Mahoma no va a la montaña y cosas así. Yo por ejemplo, aprendí mucho del amor en el cine, especialmente cuando la película era mala y no había por qué mirarla.

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