Peñiscoleteando

El viernes 28 de octubre se ha iniciado la temporada de la galería Octubre, en la UJI. Hemos tenido el placer de comisariar la exposición de Sergi Cambrils. Y aquí dejo parte del texto: El texto que a continuación pueden leer se divide en dos partes. La primera, bajo el título El histriónico teatro del mundo, intenta abordar las características de la exposición que Sergi Cambrils ofrece en la Galería Octubre de la Universitat Jaume I de Castellón, en lo que se podría considerar un texto crítico de aproximación a la muestra y explicación al espectador. Más o menos lo que se espera del texto de un comisariado. La otra, concebida a priori como un epílogo de una docena de líneas integrado en la primera, creció hasta merecer ser segunda parte, y anunciando: Se extraen almas, ofrece una opinión más personal, y por ello menos aséptica, de la trascendencia que adquiere la obra de Cambrils, con la intención de trasladar claramente que estamos ante uno de los mejores creadores del panorama plástico de nuestras tierras. Es justo que la Galería Octubre de la Universitat Jaume I inicie esta nueva singladura con esta exposición. Confieso también que me ilusiona formar parte de la trayectoria profesional de Sergi Cambrils. Cosas del ego. Al lector se le solicita que tenga en consideración la advertencia precedente, así como que las líneas que seguidamente encontrará impresas se redactaron encontrándose el que suscribe preparando la exposición rodeado de las imágenes de Sergi Cambrils y, respirando en consecuencia el aire viciado de una atmósfera surrealista.
Primera parte: El histriónico teatro del mundo El día de la inauguración de la función, a la una y media de la tarde, cuando ya el sol estaba alto en el horizonte, se levantó el telón y, vestido de etiqueta, con casaca roja y sombrero de copa, el artista maestro de ceremonias se plantó en el centro de la arena, con una fanfarria de fondo y los saltimbanquis haciendo cabriolas a su alrededor. Con voz clara, se dispuso a pronunciar su discurso de bienvenida: -¡Seeeñoooooras y seeeñoooores! ¡Bienveniiiiidos a la Gran Galería Octubre! Niiiñooosss y niiiiñaaasss, paaaadreeees y maaadreeees, abueeeelooos y abueeeelaaaas! ¡Bienveniiiidos a la Gran Feria de Variedades! ¡Bienveniiiidos al Gran Teatro del Mundo! ¿No ha sucedido así? Pues, desde luego, eso sería lo propio. Porque aquí lo que se nos da es la bienvenida a la parada donde a todo hecho real se le da una configuración fantástica. Tomen lo fantástico por sentado y lo real como la proyección de una posibilidad. Señoras y señores, pasen y vean. Más allá de la referencia al mundo del circo, ya sé, queridos lecto-espectadores, que el título de esta primera parte, añadido al general de la exposición, puede parecer una copia del magnífico auto sacramental El gran teatro del mundo de Don Pedro Calderón de la Barca, pero me he permitido emular al ínclito literato, no tanto por el contenido sino porque las que titulan su obra son las palabras que desde un primer momento han golpeado mi pensamiento en cuanto me asomé a las pinturas de Sergi Cambrils y contemplé sus historias y sus retratos. Excusaré el préstamo del título más adelante, ahora presentemos el programa de la función. El histriónico teatro del mundo que ha preparado Sergi Cambrils se desarrolla en torno a tres espacios ligados entre sí: En la pista central: Peñiscoleteando. Diseño de una tradición. Retratos de personajes concretos en un espacio concreto y que bien conoce el autor, pues son los que pueblan las fiestas patronales en honor a la Mare de Déu de l’Ermitana de Peñíscola. En la segunda pista: Personajes para un carnaval introvertido. Una colección de trabajos sobre papel donde el protagonismo se centra en el rostro de unos particulares retratos agrupados en diferentes series y dónde el espacio es el propio antropológico. En la pista del recuerdo: Historias con mucho cuento. Retratos anónimos en variedad de escenarios reconocibles. Pasen. No tengan miedo. Pasen y vean. Reconozco que me gustan los pintores que se exceden en su teatralidad (y por ello me he permitido la licencia circense del inicio del texto), histriónicos capaces de inventarse escenarios transmisores de emociones, que desconciertan al espectador por inesperados, encantadores, diversos, multicolores y multiformes. En realidad, más que un circo, es ésta una feria de variedades, o un carnaval (introvertido o no), algo muy representativo de la obra que ha ido confeccionando Sergi Cambrils a lo largo de su trayectoria; unas piezas libres e imaginativas donde el dibujo, la pintura y otras técnicas plásticas diversas, se entrelazan para recrear situaciones sugestivas que nos acercan a su particular teatro del mundo. Retratos que cuentan historias abiertas y llenas de matices que se nos aparecen como misterios por resolver; imágenes de aspecto enigmático aunque ancladas en la realidad figurativa de personajes insólitos, absurdos e irónicos. Y tradicionales. Y por ello muy nuestros también. Una visión, más cósmica que cómica, carnavalesca en fin, que integra lo antropológico y lo corporal como un todo indivisible, de ahí que, el realismo casi grotesco de Cambrils no haga diferencia entre el arriba y el abajo, entre lo espiritual y lo corpóreo. Pongámonos un poco serios. Los orígenes de la producción de Sergi Cambrils pueden rastrearse en las iniciativas de las décadas de entre guerras, en el siglo pasado, cuando se estaban gestando nuevas corrientes artísticas que en torno al surrealismo buscaban manifestar la complejidad del torrente imaginativo del hombre. Hay algo de ese radicalismo en este artista; hay algo de ese deseo incongruente de conseguir a través del arte figurativo un notable alejamiento de la realidad. Pero no sólo el surrealismo se deja ver en los retratos de Cambrils. El autor hunde también sus raíces más finas, sus acuáticos rizoides, en el conocimiento del movimiento Dadá, especialmente por lo que su interpretación de la realidad supone de revolucionaria, de trasgresión ordenada que, aunque no llega a ser de un nihilismo negador del arte, sí es sin duda una exaltación de la libertad personal. Cuando Pablo Picasso incursionó en el cubismo, sus imágenes se percibían deformes y grotescas, y la sociedad de su época no lo entendió. Decían: los dibujos de Picasso son feos. Supongo que algunos dirían lo mismo de Hieronymus Bosch como también lo dicen hoy de Hans Ruedi Giger. Pero la fractura de los tabúes que infringieron, ellos y otros muchos, ha ayudado a nuestra propia aceptación socializada en el particular mundo que hemos creado y habitamos. Algo similar pasó cuando los dadaístas, que pretendían que el arte no debía tener sentido, asombraron a la comunidad plástica de su tiempo con obras espontáneas y aparentemente inexplicables. Y más de lo mismo con el surrealismo, que presumía de emular, mediante el arte, las formas abstractas y oníricas del subconsciente humano. Me dirán que me marcho muy lejos en el tiempo, y que así justifico la utilidad de mis estudios en historia del arte más allá de saber contestar las preguntas del quesito marrón del Trivial, pero pretendía contextualizar la siguiente pregunta: ¿Es Cambrils un transgresor, como estos movimientos estéticos del pasado? Piensen que son verdaderamente escasos los creadores que hoy en día nos ayudan a pensar, con elegancia y sin caer en lo burdo, que en el mundo de las artes plásticas no todo se ha inventado. Y respóndase ustedes mismos tras ver la exposición. Empecemos estableciendo parecidos y diferencias. Centrémonos en el surrealismo. A todo visitante de la exposición le resultará fácil detectar el alejamiento de la realidad en el conjunto de la composición, de la que hablo unos párrafos más arriba, pero nótese que no se desprecia el realismo en los objetos que componen el todo. Es como si ese alejamiento pretendiera adentrarse en el universo de los sueños y la fantasía, donde las cosas y las gentes tienen apariencia real y reconocible, sólo que se interrelacionan de manera diferente. ¿No ven pedazos de realidades que se representan agrupados de manera tan particular que nos parecen fantásticos? Con esta concepción, Sergi Cambrils utiliza su dominio técnico para dibujar los objetos y los personajes que después modifica y reagrupa en sorprendentes creaciones de gran impacto visual y con una alta carga subjetiva. Por esa razón está ciertamente alejado de Max Ernst, Jean Arp, Man Ray, André Masson o Joan Miró, a la vez que se acerca a los artistas que perfeccionaron la figuración naturalista, como Salvador Dalí, René Magritte, Yves Tanguy, Giorgio de Chirico o Wilfredo Lam y Roberto Matta. La sensación que produce es la de que Cambrils transcribe sus sueños, sus recuerdos y su manera de ver las cosas, de una manera muy real, transformando los estados delirantes y las obsesiones que componen nuestra realidad cotidiana en su tema preferido; y cuidando los detalles técnicos, especialmente con su maravillosa y minuciosa línea. En definitiva, una apuesta por una nueva manera de conceptualizar la realidad que nos rodea a través de un gran dominio técnico y una preferencia temática donde tiene perfecta cabida lo maravilloso, la locura y los estados de alucinación, lo fantástico y lo sorprendente del propio mundo real (pueden subrayar este párrafo como resumen explicativo de la exposición). Al buscar paralelismos, o parecidos, entre la obra de Cambrils y otros artistas, creo ver una cierta proximidad con el pintor chileno Mario Toral (1934), al menos en la parte de la producción de éste último donde los aspectos histriónicos sobresalen más respecto de toda su depurada obra. En el caso del sudamericano, el drama humano como protagonista se manifiesta en imágenes donde la figura no está presente físicamente, pero sí está esa dicotomía orden-caos, ese estremecimiento por todo aquello que de razón y de locura existe en el mundo; lo que también aparece en los retratados de Cambrils. Eso sí, en el caso de Sergi, una paz tensa se adueña de la escena y propone un hálito de confianza, de esperanza, y hace que pensemos que el mundo es aún un lugar hermoso, que siempre lo ha sido. O al menos que es posible. En eso recuerda también a Julio Galán (1959-2006), si conseguimos no hacer demasiado caso de la etiqueta post-mortem que lo ha convertido en el artista del neomexicanismo pictórico y a la vez en el representante de un arte charro-gay (confieso que este último término lo acabo de inventar). En estos dos pintores, en Toral y Galán, al igual que en Cambrils, están presentes finos procedimientos técnicos que apenas se advierten en la estructura; los elementos metafóricos de una obra cargada de humor y sarcasmo; y una provocativa originalidad. Es especialmente similar Sergi Cambrils a Julio Galán en cierto aspecto de inmovilidad que adquieren las figuras y que me recuerda al mundo de los juguetes. ¿No les parecen sus figuras juguetes armados en una escena? Pero esta aparente rigidez es más bien la manera en que ambos artistas deciden crear un flujo anecdótico que nos permita atisbar su mundo imaginario, impresionantemente ejecutado. Es así como estos pintores se esfuerzan para que se revele la naturaleza del ser humano, y permiten que contactemos con los lados más desconocidos, o mejor retenidos, de nosotros mismos. Pero para Cambrils, además, la pintura es una manera de comprometer su historia personal, su vida en Peñíscola, sus vecinos, las tradiciones, las fiestas… eso significa que está lejos de cualquier propósito decorativo, lo que hace que su obra narre con maestría una visión de lo interior, donde casi siempre está presente una historia acechando, o un simulacro que se organiza en escenarios de un nostálgico mundo hermético que, sin embargo, es el suyo y el nuestro. Lo trivial constituye sólo una apariencia, pues es obvio que requiere un nivel más profundo de lectura y un conocimiento de la historia de las tradiciones, en este caso de Peñíscola. Desde sus primeras obras, Sergi Cambrils ha impuesto una forma personalísima de pintar que, como un cofre de juegos, acepta todas las técnicas; propone series de retratos de seres que parecen no conformarse con ser uno solo; nos enseña cuerpos que transcurren secretamente más allá de la figuración, que se mimetizan con las cosas, muchas veces con fina ironía; un festival de representaciones que toca la puerta de la realidad lo mismo que el sueño permanece como una ineludible presencia en el que está después despierto; el resquicio por donde Antoine de Saint-Exupery logró escapar de sí mismo. Es éste un mundo visual con cierta aura fantástica, una proyección sugerente en las asociaciones infantiles, es el misterio inquietante que emana de los objetos más cotidianos. Porque todo se hizo para ser pintado. Y el dibujo en Cambrils es el elemento que articula el mensaje de la obra, y sirve de vínculo entre la pintura y el argumento. ¡Señoras y señores, bienvenidos a la Gran Galería Octubre! ¡Niños y niñas, padres y madres, abuelos y abuelas! ¡Bienvenidos a la Gran Feria de Variedades! ¡Bienvenidos al Gran Teatro del Mundo! ¡Bienvenidos a Peñiscoleteando! Pasen, pasen y vean.

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