Hora de atreverse



Ya lo sé, no hace falta que me lo digas. Ya sé que no me podría definir como un metrosexual, es cierto. Ni soy un tío especialmente sensible. Confieso que a veces sueño con invadir el plató de Sálvame esgrimiendo latas de cerveza y dedicando obscenidades a todas las señoras del país. Vale, soy de esos a los que les gusta el olor a napalm en la selva al amanecer como a Robert Duvall en Apocalypse Now. Y sí, gasto parte de mi dinero en cosas tan importantes como la cerveza y el billar. Lo admito, mi guardarropa se resume en un par de botas militares, otro par de vaqueros Levis, unas cuantas camisetas caquis y negras, el revólver Smith & Wesson, y una cazadora vaquera con las mangas cortadas. Pero reconoce que lo que sí soy es un tipo sensato. Aquí donde me ves, tengo los pies en el suelo. Yo sé lo que es de sentido común. Y es que las cosas no son así. La vida real es de otra forma. No es que va y te sale todo bien, como siguiendo un guión de peliculita americana de amor. No, no, la vida es más cruda, más heavy, más dura, más parecida a afeitarte con una navaja mellada. Por eso es que, la verdad, me quedé a cuadros, requiescat in pace, como dicen los curas. Porque es que la tía va y dice que me quiere. Como te lo cuento tío. Y no te digo que me ama para que no suene afeminado. Pero lo dijo: te amo chirli. No te rías que te parto la cara. O te crees que a mí no me toca la moral cada vez que me llama chirli. Pues claro que me llama así porque me desea. Ostras tú, que la pongo, tío. Me pones chirli, me dice. ¿Te parece normal? Pues no brother, no es normal. Vale que yo no soy un mono de circo, un fenómeno de feria, pero la verdad es que, y tú lo sabes, vale, me he comido algún flan, pero no tengo un currículo fetén, y la tía no es un flan, que tú no la has visto. Que la tía es un pijama de los que te servían en los banquetes de las comuniones antes, con la piña en rodajas, el medio melocotón en almíbar y bien cargadito de nata montada. ¿Y sabes una cosa? Que no entiendo qué pasa.  ¿Cómo es posible que semejante mujer me quiera devorar? Y me da la neura, y me amargo, y me cabreo. Porque dudo, tío, dudo de que vaya en serio. Igual está riéndose de mí. Claro que no me quejo, no es eso, pero, ¿cómo esa tía puede siquiera mirarme? No me digas que el mundo es así de raro. El mundo lo que es, es una mierda. ¿Quieres decir que es posible? ¿Que la cosa está tan mal, que el mundo va al revés? ¿Es normal ahora que tías como esta que no deberían ni saludarte se te entreguen como un corderito? ¿Así debe ser la cosa? Pues no tío. Ya nada está como debiera. Así que le voy a dar salida, puerta, porque esto no está claro, no es natural ni de sentido común. Que yo soy más de jugar en campo de tierra y ella es de hierba de Champion League. Porque ¿sabes qué pasa? Que uno puede ser un infeliz, un fracasado, un perdedor, pero tengo sentido común. Yo soy un tío sensato. ¿Que soy un gil que no se atreve a ser feliz? ¿Esa es tu conclusión? A ver si es que tú no eres un buen amigo, tío, que yo paso de colegas. Ni Alan Ladd
en Shane, ni Clint Eastwood en Harry el Sucio necesitaron amigotes. Que no me atrevo a ser feliz, dice el coleguita...
Publicado en Castellón al mes, abril 2012.

1 comentarios:

Rafa Jinquer dijo...

Sensatez lo primero, no es plan de que la tía vuelva del bosque diciendo que le da miedo porque

"tindré que tornar-me a soles"

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