La desnudez


Texto crítico del catálogo de la exposición "La fugacitat de l'existència" del escultor Martí Moreno.
Todo aquel que se acerque a la obra de Manuel Martí Moreno apreciará fácilmente la valoración que el artista hace de los materiales como parte fundamental del proceso, una aportación de Constantin Brancusi que habría de revolucionar la escultura del pasado siglo.
También le resultará obvio al espectador que, lejos de ajustarse a los prototipos históricos, el escultor prescinda de todo rigorismo iconográfico en la búsqueda de cierta austeridad formal que resulta potenciada por el uso de determinados materiales como las mallas metálicas o las tuercas, o la claridad monocroma con que reviste los acabados.
Así mismo es justo referenciar el cadencioso y cautivador desarrollo del movimiento, manifestado por una clara preferencia por los ritmos suaves y por formas ligeramente oscilantes con respecto a sus ejes de simetría, como procedimiento básico para romper el riguroso esquema compositivo bilateral de base que impera en la anatomía humana, y aportar esa contenida movilidad a la que Martí Moreno nunca renuncia en sus obras.
Este mismo sentido dinámico es igualmente logrado mediante el empleo de las líneas fluctuantes y suaves ondulaciones de los contornos, así como del uso frecuente de la clásica postura del contraposto, que dota a sus figuras de una notable elegancia.
Dicho esto, y auto-justificada en unas cuantas líneas la amable invitación a redactar unas palabras, me permito una reflexión sobre un aspecto de la obra de Martí Moreno que me parece especialmente interesante. Me refiero a sus característicos rostros y cuerpos desnudos e incompletos. Estas piezas se presentan formalmente muy depuradas, carentes de detalles y rotundas en su expresión. Aún teniendo en cuenta que sus obras verdaderamente abstractas son muy escasas, al menos por lo que yo conozco, el autor gusta de jugar con la idea de contraste entre masa y vacío, un camino de síntesis donde Martí Moreno pasea bordeando lo abstracto entre la sencillez y el mágico equilibrio de líneas y volúmenes. 
Hace un tiempo tuve el inmenso placer de presentar una exposición de Manuel Martí Moreno en Castellón. Fue entonces cuando un amigo común, el pintor Amaury Suárez, me descubrió las semblanzas de Martí Moreno con el renombrado escultor israelí Niso Maman. Tan acertado e incisivo como siempre, Amaury reconoció en ambos artistas un dominio técnico suficiente como para permitirles apoderarse de las curvas del cuerpo humano a través de materiales metálicos. Fascinante ese contraste entre la forma y el medio que posibilita alcanzar una nueva visión sobre la desnudez.
Pocas veces un artista presenta la desnudez como lo hace Martín Moreno. Y no hablo sólo de cuerpos, sino también de rostros desnudos, o ¿acaso la faz no es sino un fragmento del propio cuerpo?
Hablo de desnudez, más que de desnudos, y lo hago premeditadamente. Creo que la contemplación de las creaciones de Martí Moreno debe partir de la consideración de la desnudez como algo que va más allá de la simple realidad del cuerpo despojado de vestimentas, algo que está relacionado con las circunstancias mismas de la percepción social y de la ideología del ser. Y con la necesidad de visualizar la realidad del cuerpo como una problemática básica del pensamiento enfocado al análisis de las cuestiones humanas.
Tampoco estoy descubriendo nada. Parte de estos planteamientos fueron desarrollados por el crítico Kenneth Clark hacia 1953 en un ciclo de seis conferencias sobre el desnudo artístico realizadas en la National Gallery of Art de Washington. En algún aspecto me sirven para este breve comentario, sobretodo en cuanto señalan la diferencia entre dos cosas que parecerían ser iguales o, al menos, muy similares. El caso es que de acuerdo con estos conceptos, Clark afirmaba que no es lo mismo estar desnudo que ser un desnudo. La lengua castellana no posee dos palabras distintas para calificar a estos dos estados, al contrario que los ingleses que, pudorosos, aquí han contradicho su tradicional escasez léxica (the naked versus the nude). Sea como sea, con Martí Moreno, Clark ha sido superado en su concepción puramente idealista e idealizada del problema, porque no hay mejor manera de mostrar un desnudo que mostrándose desnudo (y siéntase aludido el autor y también el espectador).
Para Clark ser un desnudo equivale a ser visto en estado de desnudez por los otros y, sin embargo, no ser reconocido por uno mismo. Es decir, para que un cuerpo desnudo se convierta en un desnudo es preciso que se le vea como objeto. Y el verlo como objeto estimula el usarlo como objeto. Sin embargo eso no es así en la escultura de Martí Moreno, quizá porque no sean desnudos clásicos lo que reflejan, sino la desnudez que se revela a sí misma. La desnudez no se exhibe, mientras que el desnudo no deja de ser una forma más de vestido.
Desnudémonos como Martín Moreno lo ha hecho en estas obras. ¿O no se siente uno desnudo, desprotegido, cuando acalla nuestra voz la mirada al ver la desnudez de aquellos cuerpos? Se siente uno desnudo cuando el escultor corta el cuerpo modelado como de una dentellada y deja invisible a los ojos, visible a la imaginación, todo aquello que no fue.
Desde un punto de vista más objetivo, lo único que podemos considerar en la imagen de un desnudo es la forma en como esta escultura utiliza ese hecho estructural tan implicado en nuestra percepción del mundo y tan cotidiano a fin de cuentas, la desnudez del cuerpo humano, para recrear su significación en distintas formas. Además, en el caso de Martí Moreno, esas formas bien pueden llegar a sorprendernos, incluso a pesar de la experiencia que nos proporciona la sana costumbre que algunos practicamos de recrear constantemente la desnudez en nuestra imaginación. Todo desnudo de Martí Moreno, de una u otra manera, se manifiesta como un posible golpe directo a nuestra percepción. De alguna forma el cuerpo fragmentado siempre nos interpela y nos habla directamente. De alguna forma no podemos llegar a ser totalmente indiferentes ante la corporeidad metálica que nos presenta.
La tensión que se establece entre el desnudo tradicional y la introducción de una significación social e ideológica en la obra, pone de manifiesto cómo Martí Moreno subvierte para siempre la tradición clásica del desnudo.
La superficie se convierte entonces en punto de encuentro entre el empuje interno de la obra y la mano del artista.
No se si he sido capaz de explicarme. Puedo excusarme en que las letras no pueden dar cuenta de la desnudez porque la desnudez, en el arte, requiere de la mirada. Es por eso que lo que tienen que hacer es mirar las esculturas y sentir su capacidad de sugestión: ellas les dirán mucho más sobre la misma belleza, a simple vista y sin una sola palabra, que lo que yo puedo ser capaz.
Son esculturas como éstas las que hacen posible la contemplación de la desnudez más allá de la desnudez original. Porque la desnudez de la obra de Martí Moreno hace visible la desnudez propia de la vida real.

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