Un tiburón crudo

Hoy he estado en una playa del Pacífico. A juzgar por el tamaño de las olas, quien le puso el nombre a este océano (no sé si sería Magallanes) estaba fumado. El caso es que en un momento dado la gente ha salido del agua al ver una aleta asomarse en la superficie, acercándose a la costa. ¡Joder! podrían avisar de que se te podía comer un tiburón. Cuando he expresado mi queja, la gente se ha reído, y es que no hay tiburones en aguas tan frías como éstas. Se trataba de un grupo de delfines. De todos modos entre los delfines y la cara de loco que tienen los pelícanos, se me han pasado las ganas de bañarme y nos hemos ido a comer ceviche, pescado crudo marinado en limón. He pasado de ser yo la comida de los tiburones, a ser el devorador. No me ha gustado mucho, así que cuando el camarero se me ha acercado a interrogarme por mi aparente falta de apetito me he adelantado preguntándole si esta comida engordaba, presumiendo que así se podría explayar hablando de lo saludable de su plato. Pero el camarero me ha contestado: No señor, ¿cómo va a engordar? el pescado está crudo, pero bien muerto. Es posible que el que engorde sea usted. Con lo que ya llevo dos planchas hoy, a ver si mañana estoy más fino.

1 comentarios:

Javier Valls Borja dijo...

Yo no me baño ni en el Gurugú, aunque sea agosto y aquí no haya más que mújoles. En cuanto al resto, la única comida que no engorda, es la que se queda en el plato. Muy sabio, ese camarero, pero un tanto quedón.

Publicar un comentario