Robo sin querer

Una noche que regresaba a casa cansado, e iba delante de mí, caminando por la acera, una señora algo gordita con dos bolsas del Carrefour en las manos. De pronto la alcancé, pero como estaba caminando casi a la misma velocidad que yo, hubiera tenido que acelerar para rebasarla y no quise hacerlo, porque ya he dicho que estaba cansado. Así que caminamos juntos durante algunos metros, ella adelante, yo detrás.
Se conoce que la señora se sintió perseguida y empezó a mirarme de reojo con gesto asustado. De cuando en cuando se giraba y constataba que yo seguía detrás. Por fin, cuando llegamos a un lugar oscuro se paró y casi ahogándose por el esfuerzo, me dijo angustiada, entre resoplo y resoplo:
—Llévese todo mi dinero, pero no me haga nada.
—Pero señora, no la entiendo, yo sólo caminaba atrás de usted.
—No voy a avisar a la policía, ni nada —contestó sin entender lo que le había dicho—, tome tome, llévese mi monedero, ahí hay 50 euros —dijo extendiendo la mano temblorosa con un monedero de tela.
—Señora disculpe, pero yo no tenía ninguna intención de molestarla. 
—No, no, váyase y déjeme tranquila. Déjeme en paz.
Me tiró el monedero y salió corriendo. Cuando llegué a casa tuve que soportar las malas miradas de mi mujer que aún desconfía de que lo que digo sea cierto. 

0 comentarios:

Publicar un comentario