El tiempo y yo. Texto de la exposición de Pascual Bailón: Xilopinturas

El artista y la persona. No sé hasta qué punto viajan juntos en Pascual Bailón. Cuando en su obra observas una ruptura con los códigos artísticos convencionales, dando un mayor protagonismo al material, que, en muchas ocasiones, es pobre, viejo, en desuso, abandonado, exiliado y denostado por inútil, y ves que esa característica está presente por que hay una necesidad de dotar de contenido social a la obra de arte, encuentras que sí, que el artista y la persona, en el fondo, son el mismo.

No se entiende la obra de Pascual Bailón sin conocer su deseo de interpretar el mundo a través de metáforas y su desinterés por mercantilización del arte. Quizá gracias a esto último el artista se enfrenta con una libertad absoluta al proceso de creación, en contra del rigorismo, y eso se plasma en la utilización de cualquier tipo de material, de cualquier tipo de estructura, dentro de un espíritu iconoclasta.

Pascual Bailón habla del pasado de las obras creadas y del presente que se ha inventado para ellas. Viejas materias orgánicas, artesanales e industriales seleccionadas y depuradas a sus posibilidades mínimas sirven de soporte para un despliegue colorista alegre, vivo y joven.

Recomiendo al espectador ir descubriendo cuidadosamente la esencia de cada una de las piezas. Con suavidad, los acertijos de madera, hierro y nueva pintura, desplegarán sus secretos, y de pronto, ya no habrá distancia entre el arte y quien lo mira. La sala de Las Aulas se convertirá en un alegre jardín de genialidad, profunda belleza y afirmación de la vida misma.


 No es fácil evocar significados, sensaciones complejas (o simples) utilizando casi nada, material abandonado y viejo. La decisión de ejercer esa austeridad como actitud, como herramienta, como postura, y que al final se evite terminar en caos, renaciendo en el color.

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