Knows and avows the deliciousness of her sex


Una mujer me espera es el inicio de un poema de Walt Whitman que hemos utilizado como nexo de unión de la propuesta plástica de Ana Beltrán, en él se contiene el verso “sin rubor la mujer a quien amo sabe y pregona lo deleitable de su sexo”.


Whitman publicó su primera recopilación de doce poemas en 1855 y eligió para ella el perenne título de “Hojas de hierba”. Años después sumó otros nuevos poemas y reordenó un nuevo libro, al que llamó “Hojas de hierba”. Años después lo volvió a hacer y así hasta nueve veces publicó Whitman un libro que era a la vez el mismo y diferente, siempre con el mismo nombre. Estuvo toda su vida reescribiendo el mismo libro. Sumando y quitando poemas, organizándolos en diversas partes, estructurandolos de diversa manera.


 Ana Beltrán, desde “Bellas y siniestras” a “Mujeres Mitológicas”, pasando por “Símbolos de mujer”, “Retratos de Mexicali” o el libro “9 diosas”, ha proyectado una exposición que se nutre de la experiencia anterior, como Whitman, pinturas como hojas de hierba que configuran un universo femenino, sensual, reivindicativo y personal.


Cada uno de los proyectos expositivos, editoriales, musicales, de Ana Beltrán, configuran uno sólo, una epopeya de la vida, íntima y a la vez pública, soñada pero llena de realidad.

Como Whitman, la obra de Ana Beltrán lleva a la gente a reencontrarse consigo misma.

Como Whitman, podría decir “Soy poeta del cuerpo y soy poeta del alma”.






Pintora del cuerpo y alma, su obra mantiene un crecimiento orgánico a base de exposiciones, intervenciones, actuaciones, que son como oleadas sucesivas o estratos superpuestos... que son coherentes con el compromiso por la libertad y la igualdad de la mujer en todos sus aspectos, incluyendo el sexual.





“Lo deleitable” es una exposición enumerativa, de sucesiones de imágenes que se van engarzando como los versos del poema; de formato libre como la rima de Whitman; de ramificaciones y subdivisiones que en lugar de perdernos dan coherencia al conjunto.




La obra de Ana Beltrán, desde “Bellas y siniestras” invoca y recuerda la dualidad, el binomio del ser ser humano que es mujer y diosa; cielo y tierra; inmortalidad y mortalidad; ternura y erotismo; alegría y tristeza; realidad y sueño; pasión y serenidad; rostro y máscara; humilde y sublime; evidente y sutil; carnal y platónica...



Un lenguaje que llega más allá, hasta la piel. Imágenes que son táctiles, que nos hablan con sensual y largo aliento, que son conscientes de su respiración.

Se consideraba que la forma en que Whitman se refiere a las sensaciones del entorno y del propio cuerpo era absolutamente intolerable: “Creo en la carne y en los apetitos, ver, tocar... ¡cuantos milagros!. Y cada parte de mi ser es un milagro.” Como Whitman, Ana Beltrán ofrece el mundo visible, audible, palpable y olfateable que nos rodea.

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