La fantástica intención


El maestro del arte de la caligrafía kodai-moji, Kenryo Hara, nos presenta su obra “Intention” en O+O Galería, del 13 de mayo al 13 de junio. En sus obras, el artista japonés utiliza papeles y telas de gran formato y habitualmente brochas muy gruesas, sirviéndose predominantemente de la tinta china. 

Y con estas poco más que tres líneas doy por cumplido el encargo de la galería de redactar una presentación y paso a divagar sobre la misma.

La práctica del Kodai-moji es un arte raro. Ya sé que no es un adjetivo demasiado académico, pero me parece raro. Es primitivo y sagrado. O sea, raro. Me explico, esta exposición nos permite apreciar que la escritura no es únicamente una técnica o práctica con fines utilitarios, sino todo un camino de evolución y desarrollo personal. Mucho más que ir a verla para apreciar una buena y depurada caligrafía, deberíamos acudir dando importancia a la intención y el proceso, desvinculando nuestra opinión del resultado. Es eso lo que nos permitirá ver el nacimiento de una obra libre y creativa. 
 
El sólido proceso de intensificación que se consigue a lo largo de los trazos nos remite a un efecto único que nace de una exigente elaboración y explica la configuración de símbolos que el artista comparte con el lector (me encanta utilizar la palabra lector en lugar de espectador, pues siempre he considerado el arte como un lenguaje). Perfectamente estructurado, el dibujo de Kenryo Hara nace y se da dentro de una esfera en la que el escritor/artista ha trabajado desde el interior hacia el exterior, moviéndose implícitamente y llevándolo a su tensión extrema.  
 
Estamos frente a un mecanismo de construcción de universos significativos que tiene su punto de partida en lo sugerido por el signo.

Es una obra fantástica (tómese en la acepcción que se quiera, luego volveré sobre esta idea) hecha para hacer de la escritura un intento por releer el mundo. Detrás de cada imagen se esconde el misterio y la hermosura que yace en lo extraordinario que es lo ordinario, creándose una realidad propia, singular, cuyos fundamentos sólo se sostienen con la propia imaginación. Kenryo Hara nos invita a perdernos en las delicias de la ensoñación y en la creación de un mundo imaginario que nos hace olvidar que, sobre todo para una sociedad globalizada como la nuestra, no es preciso tener una etnia o un paraje ancestral para que nuestra identidad sea vigorosa y esté cargada de historia y de leyenda, ya que todas ellas, sin importar su procedencia, nos pertenecen con el mismo derecho, si queremos hacerlas nuestras. 


Lengua y cultura se imbrican mutuamente. No hay acceso real a una lengua sin un conocimiento simultáneo del marco cultural que le da significado. La lengua es en sí misma una creación cultural. Así que es preciso meteros un poco en el ambiente cultural japonés para disfrutar de la exposición. Quien haya visto la película “Tigre-Dragón” de Ang Lee (disculpen lo comercial de mis referencias, no tengo otras) habrá reparado en que la enigmática guerrera protagonista es igual de diestra con la espada que con el pincel. Ambos terrenos hacen circular la energía y el gesto de un modo similar. Y es que, desde el punto de vista pragmático, la escritura japonesa se caracteriza por una gran meticulosidad y precisión y, en consecuencia, riqueza léxica en la expresión de objetos materiales y especialmente en la descripción del mundo de las sensaciones, a través de la adjetivación o incluso la onomatopeya, lo cual hace del idioma un instrumento muy apto para el discurso literario o estético.

Es una obra fantástica, ya he advertido que reincidiría en el calificativo. De hecho, no es casual que la fantasía (literaria) japonesa se remonte al periodo Nara, allá por el siglo VIII (710-784), justo cuando Japón adoptó el sistema de escritura china (el kanji), trayendo consigo todo tipo de influencias y pensamientos, religiones y costumbres, y su literatura, claro está. Es entonces cuando aparecen las primeras leyendas, mitos y cuentos. Cuando los japoneses dominaron la escritura, comenzaron a recapitular todas aquellas leyendas populares que sólo se sabían de oídas, naciendo así los mitos (shinwa), las leyendas (densetsu) y los cuentos (ninsetsu). Todas ellas, antes de la llegada de la escritura, pertenecían a unas figuras imperiales llamadas Kataribe, quienes eran los únicos que poseían el espíritu de las palabras (kotodama) y su poder mágico (kotoage), siendo los responsables de transmitir a la población japonesa las historias y las "palabras de los dioses". Esto se fue acabando con la llegada de la cultura escrita. La escritura, como la que vemos, democratizó la fantasía y la hizo perdurable.

Fantaseemos nosotros también para terminar. Voy a contar una historia, tomada con el mismo grado de respeto y desvergüenza de la tradición popular japonesa. Digo esto porque la he modificado a mi antojo sin rubor para que concluya sirviendo de reflexión sobre mi opinión respecto a Kenryo Hara. Dice así:

Un campesino que no tenía con qué alimentar a su familla se acordó un dia de desesperación de una costumbre que prometía una fuerte recompensa al que fuera capaz de desafiar y vencer al maestro de una escuela de kodai-moji.

Aunque no había cogido un pincel en su vida, el campesino desafío al maestro más famoso de la región. El día fijado, delante de un publico numeroso, los dos hombres se enfrentaron.

El campesino, sin mostrarse nada impresionado por la reputación de su adversario, lo esperaba en la sala, mientras que el maestro de kodai-moji estaba un poco turbado por tal determinación.

¿Quién será este hombre?, pensaba. Jamás ningún villano hubiera tenido el valor de desafiarme. ¿No será una trampa de mis enemigos?, se decía.

El campesino, acuciado por el hambre, se adelantó resueltamente hacia el papel. El Maestro dudaba, desconcertado por la total ausencia de técnica de su adversario. Finalmente, dejó caer la brocha movido por el miedo. Antes incluso del primer, llamemosle asalto, el maestro sintió que iba a ser vencido. Bajó su cabeza y dijo:

“Usted es el vencedor. Por primera vez en mi vida he sido batido. Entre todas las escuelas de kodai-moji, la mía es la más renombrada, y es conocida en todas partes con el nombre de La que en un solo gesto lleva diez mil significados. ¿Puedo preguntarle, respetuosamente, el nombre de su escuela?”

“La escuela del hambre”, respondió el campesino.

Y es que no hay nada mejor para crear belleza sincera que tener la necesidad de hacerlo. Hay que pintar/escribir desde las vísceras y sentirlo en las entrañas, con hambre.

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